Reencarnado en el silencio del tiempo,
me escudo en el mutismo seductor de la tentación,
escucho los intemporales quejidos del alma y reviento de desesperación.
Salvando los innumerables obstáculos de la vida voy sin mirar atrás y sin dejar de recordar quién soy,
y lo que soy.
Ofrezco mi mano y mi corazón incondicionalmente,
sin percibir la maldad ajena que sin serlo,
me destroza una y otra vez.
Impotencia la mía que entre miles de muertes se encuentra, sosteniéndome el alma herida que no se queja,
por no hacer que se perciba mi contexto.
Ahora me reencarno en el penar de mis caídas,
que sin ser suicidas se repiten una y otra vez.
Tengo tanto y tango tengo que no me falta la falta de un hermano que una y otra vez rechaza mi mano.
Hoy estoy en el pensamiento de muchos que mucho quisieron y sin más mucho perdieron,
por no querer o por recelo a ser queridos.
Sin más miedos que los adquiridos por el tiempo,
ya hoy soy afortunado de seguir siendo lo que soy,
y no haberme convertido en orto de los desdichados hombres que creen estar forjados por una vida que solo les dio el ser como quieren que sean,
y no lo que son.
Presiono cada una de las arterias que responden a los estímulos, que sin querer,
hacen que un sinfín de descargas eléctricas reaccionen, haciendo de mi corazón una fantástica bomba de relojería,
que por amor a la vida,
algún día ella misma dejara que estalle sin remedio.
Entonces me reencarnare en lo que siempre quise ser.
Yo mismo.
JM.PASAL.
